El día que salimos a las calles sin miedo
abril 8, 2020Urbicidio: pero la ciudad se reinventa
abril 30, 2020En el transcurso de unos meses el movimiento feminista gestado en la UNAM durante 2019-2020 adquirió resonancia en los medios, generó adhesiones de numerosos grupos y asociaciones feministas y no feministas, convocó a sectores más amplios y trascendió las fronteras de la universidad. Una de las peculiaridades notables es que desde el inicio no ha sido un movimiento unitario, homogéneo y claramente estructurado. Incluso dentro de la UNAM ha sido desde el inicio un agrupamiento de diversos grupos de mujeres que se reconocen y se nombran con distintos adjetivos a través de los cuales indican su rasgo distintivo.
Entre estos grupos destacan, por ejemplo, las mujeres de la Asamblea separatista y las Mujeres organizadas de distintas Facultades, la Asamblea Interuniversitaria de mujeres, y otro grupo autodenominado Anarquistas. Las diferencias entre éstos tiene que ver con distintos aspectos, como si se aceptan hombres como parte del colectivo, o no, si se visten de negro y se encapuchan, si aceptan la negociación o asumen como necesario el uso de la violencia, o si la exigibilidad de las demandas es “total” o “integral”, o si es posible negociar por “partes”. Lo cierto es que se trata de una composición compleja, la cual, pese a todo, ha logrado generar ciertos “acuerdos comunes” sobre temas sustanciales, al mismo tiempo que ha logrado ejercer cierto “respeto” por las diferencias y sus implicaciones. Esto significa que en ocasiones actúan de común acuerdo y en otras, incluso dentro de la misma estrategia (las marchas por ejemplo), hay cabida y tolerancia para el despliegue de distintas acciones que podrían resultar “contradictorias” entre sí; se combinan la manifestación pacífica, con las pintas a monumentos y edificios patrimoniales y con acciones violentas que rompen vidrios, agreden a policías y lanzan explosivos.
Entre estos grupos destacan, por ejemplo, las mujeres de la Asamblea separatista y las Mujeres organizadas de distintas Facultades, la Asamblea Interuniversitaria de mujeres, y otro grupo autodenominado Anarquistas. Las diferencias entre éstos tiene que ver con distintos aspectos, como si se aceptan hombres como parte del colectivo, o no, si se visten de negro y se encapuchan, si aceptan la negociación o asumen como necesario el uso de la violencia, o si la exigibilidad de las demandas es “total” o “integral”, o si es posible negociar por “partes”. Lo cierto es que se trata de una composición compleja, la cual, pese a todo, ha logrado generar ciertos “acuerdos comunes” sobre temas sustanciales, al mismo tiempo que ha logrado ejercer cierto “respeto” por las diferencias y sus implicaciones. Esto significa que en ocasiones actúan de común acuerdo y en otras, incluso dentro de la misma estrategia (las marchas por ejemplo), hay cabida y tolerancia para el despliegue de distintas acciones que podrían resultar “contradictorias” entre sí; se combinan la manifestación pacífica, con las pintas a monumentos y edificios patrimoniales y con acciones violentas que rompen vidrios, agreden a policías y lanzan explosivos.
La diversidad de expresiones en el interior del movimiento de la UNAM es algo que se reprodujo y potenció en el movimiento amplio desarrollado en el espacio público de la ciudad. Esto se hizo especialmente visible en las Convocatoria para el 8M por el “Día internacional de la Mujer” (8 de marzo). La marcha del 8 de marzo replicó las marchas realizadas en la misma fecha, año con año, pero esta vez alcanzó dimensiones nunca antes vistas en una manifestación feminista en México. La asistencia (calculada por varios analistas en cercana al medio millón de personas), la confluencia de feminismos diversos, grupos variados de la sociedad civil y una alta proporción de población “en general”, que se sumó en calidad de simpatizantes recientes del movimiento, y la intensa energía condensada durante cerca de 6 horas, construyeron un escenario totalmente nuevo y de alto impacto. A esto se añade la presencia mayoritaria de mujeres jóvenes que en esta ocasión fueron sin duda las principales protagonistas.
Desde la propia convocatoria se hizo manifiesta la diversidad de feministas y actoras que lanzaron llamados, se pusieron la camiseta y asumieron la necesidad de “hacerse parte”. En el transcurso de la marcha una de las cuestiones que llamó particularmente la atención fue la composición multicolor de las asistentes, a través del despliegue de pañoletas y camisetas violetas, verdes y rosas, que pusieron de relieve la conjunción de distintas demandas ligadas al feminismo y al movimiento de mujeres. El violeta fue sin duda el color predominante, que dejaba en claro la centralidad de la demanda por la no violencia hacia las mujeres compartida por grupos feministas y no feministas; pero destacó también el color verde, más ligado a las luchas feministas por los derechos sexuales y reproductivos, en particular por el aborto libre, seguro y gratuito, que es ya un derecho ganado en la Ciudad de México pero no aún en la mayor parte de las entidades del país. Y aunque en menor proporción el color rosa hizo presentes las demandas de los grupos trans contra la violencia homofóbica y las exclusiones.
Desde la propia convocatoria se hizo manifiesta la diversidad de feministas y actoras que lanzaron llamados, se pusieron la camiseta y asumieron la necesidad de “hacerse parte”. En el transcurso de la marcha una de las cuestiones que llamó particularmente la atención fue la composición multicolor de las asistentes, a través del despliegue de pañoletas y camisetas violetas, verdes y rosas, que pusieron de relieve la conjunción de distintas demandas ligadas al feminismo y al movimiento de mujeres. El violeta fue sin duda el color predominante, que dejaba en claro la centralidad de la demanda por la no violencia hacia las mujeres compartida por grupos feministas y no feministas; pero destacó también el color verde, más ligado a las luchas feministas por los derechos sexuales y reproductivos, en particular por el aborto libre, seguro y gratuito, que es ya un derecho ganado en la Ciudad de México pero no aún en la mayor parte de las entidades del país. Y aunque en menor proporción el color rosa hizo presentes las demandas de los grupos trans contra la violencia homofóbica y las exclusiones.
La diversidad también se mostró con relación a los grupos de la sociedad civil y de la población en general participantes, además de las feministas: agrupaciones de víctimas de violencia y de desaparición forzada, de derechos humanos, de ambientalistas, de indígenas, de trabajadoras, estudiantiles, colectivos artísticos y culturales, entre otros. Algo sorpresivo e inesperado fue la súbita “aparición” de voces y contingentes de sectores conservadores y de la derecha política del país, usualmente furibundos críticos del feminismo, que se sumaron al clamor por la no violencia pero no dejaron pasar la oportunidad para denostar al gobierno y a la política gubernamental.
Pese a que no hubo una convocatoria unificada para la marcha, la organización de ésta logró cierta estructura y con antelación se dieron a conocer algunos criterios importantes (también novedosos) para su desarrollo. Así se dio prioridad y se cedió la cabeza de la marcha a los grupos de madres de víctimas de violencia de género y de desaparecidos/as en el país, posteriormente a las agrupaciones feministas “separatistas” (esto es que las que no admiten hombres en el contingente), más atrás a las organizaciones feministas “mixtas”, y finalmente a agrupaciones varias y población en general. Esto da cuenta de que aún con la apertura y diversidad de demandas, la centralidad estaba en la violencia de género.
Pese a que no hubo una convocatoria unificada para la marcha, la organización de ésta logró cierta estructura y con antelación se dieron a conocer algunos criterios importantes (también novedosos) para su desarrollo. Así se dio prioridad y se cedió la cabeza de la marcha a los grupos de madres de víctimas de violencia de género y de desaparecidos/as en el país, posteriormente a las agrupaciones feministas “separatistas” (esto es que las que no admiten hombres en el contingente), más atrás a las organizaciones feministas “mixtas”, y finalmente a agrupaciones varias y población en general. Esto da cuenta de que aún con la apertura y diversidad de demandas, la centralidad estaba en la violencia de género.
Como se sabe, en el trayecto del último año el tema de la violencia de género ha alcanzado una gran amplitud y se ha desdoblado en múltiples dimensiones, en este sentido, las consignas presentes en el M8 dan cuenta del potencial alcanzado. Entre las más recurrentes están: “Existo porque resisto”, “Tiemblen los machistas, que América Latina será toda feminista”, “Si tocas a una respondemos todas”, “Somos la voz de las que ya no están”, “Nos sembraron miedo, nos crecieron alas”, “Ni la tierra ni las mujeres somos territorio de conquista”, “Mi cuerpo, mi decisión”, ”Vivas nos queremos”, “Fue el Estado”, “Ni una más, ni una más, ni una asesinada más”, “Patriarcado es impunidad”, “El 8 no se felicita, se lucha”, “Los machos nos matan”, “Calladita no te ves más bonita”, “No somos histéricas, somos históricas”, “Me cuidan mis amigas no la policía”, “Quiero vivir sin miedo”, “Si tocan a una nos tocan a TODAS”, “Contra la violencia laboral”, “Yo sí te creo”, “El Estado opresor es un macho violador”, “Libres, no valientes”, “Mujeres indígenas, mujeres visibles en defensa de nuestros territorios”, “Se va a caer, se va a caer, el patriarcado se va a caer”, “La revolución será feminista o no será”, “NO es NO”, “Que sea la libertad nuestra única sustancia”, “Nunca más una ciencia sin nosotras”, “Hay que ABORTAR el sistema patriarcal”, “Nuestra rabia quebrará el patriarcado”, “La verga violadora va a la licuadora”, “Mujer, hermana si te pega no te ama”, “Mi cuerpo no es objeto de consumo”.
En términos generales la marcha transitó sin mayor problema y fluyó durante 6 horas por las calles del Centro de la capital, fue emotiva y estimulante, sin embargo, en el trayecto no faltaron episodios tensos y violentos encabezados por grupos de encapuchadas/os (esta vez también había hombres), ante los cuales los contingentes de la marcha tuvieron reacciones distintas, como manifestar cierto apoyo al grito de “Fuimos todas”, o alzar los puños en alto en demanda de serenidad y no violencia. Se registraron algunos vidrios rotos, inmuebles dañados, forcejeos entre los asistentes y algunas detonaciones de explosivos, incluso en la Plaza de la Constitución (el “Zócalo”). No obstante no hubo incidentes de mayor envergadura; la marcha culminó sin un acto especial “de cierre” y sin algún tipo de “pronunciamiento”, lo que es indicativo de la ausencia de un “horizonte de organización política articulado” (Palumbo y Azparren, 2020); se trató más bien de un episodio emblemático y una demostración del poder de convocatoria del movimiento en ciernes.
[1]Investigadora Titular del Centro de Investigaciones Interdisciplinarias en Ciencias y Humanidades, UNAM
En términos generales la marcha transitó sin mayor problema y fluyó durante 6 horas por las calles del Centro de la capital, fue emotiva y estimulante, sin embargo, en el trayecto no faltaron episodios tensos y violentos encabezados por grupos de encapuchadas/os (esta vez también había hombres), ante los cuales los contingentes de la marcha tuvieron reacciones distintas, como manifestar cierto apoyo al grito de “Fuimos todas”, o alzar los puños en alto en demanda de serenidad y no violencia. Se registraron algunos vidrios rotos, inmuebles dañados, forcejeos entre los asistentes y algunas detonaciones de explosivos, incluso en la Plaza de la Constitución (el “Zócalo”). No obstante no hubo incidentes de mayor envergadura; la marcha culminó sin un acto especial “de cierre” y sin algún tipo de “pronunciamiento”, lo que es indicativo de la ausencia de un “horizonte de organización política articulado” (Palumbo y Azparren, 2020); se trató más bien de un episodio emblemático y una demostración del poder de convocatoria del movimiento en ciernes.
[1]Investigadora Titular del Centro de Investigaciones Interdisciplinarias en Ciencias y Humanidades, UNAM