Paseo de la Reforma: Torre Reforma Colón
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febrero 20, 2023Antecedentes
A finales del siglo XX en México se suscitó una transformación de carácter político-económico vinculada estrechamente con los requerimientos de la hegemonía neoliberal (Hidalgo y Janoschka, 2014). Con la adopción de una política neoliberal inició un proceso de reestructuración económica que pretendía convertir a la Ciudad de México en una metrópoli competitiva a nivel mundial. El entonces Distrito Federal formuló un conjunto de políticas públicas que, con el respaldo del Gobierno Federal, dieron paso a una serie de modificaciones socio-espaciales en la capital mexicana. Estas políticas replantearon cómo se debía diseñar, planificar, ordenar y renovar el espacio urbano.
En la reconfiguración espacial de la Ciudad de México, el Centro Histórico ha tenido un lugar importante. El abandono, la desinversión, la degradación y la desvalorización de esta área de la ciudad formaron el escenario idóneo para la implementación de políticas de renovación y revalorización urbana en las cuales convergen intereses públicos y privados (Hernández, 2015). Una de las zonas del Centro Histórico que más se ha transformado en los últimos años es la surponiente, es decir, las manzanas ubicadas debajo de la Alameda Central pertenecientes al barrio de San Juan Moyotlan. En la década de 1990 esta zona mostraba un aspecto degradado y ruinoso a consecuencia de la desinversión, situación iniciada en décadas anteriores y agravada con los sismos de 1985 (Hernández, 2015). En este período grupos indígenas ocuparon algunos inmuebles y población marginal y personas en situación de calle comenzaron a desplegar ciertas actividades y prácticas en el espacio público. Los inversores identificaron que la zona contaba con una localización estratégica y un alto valor patrimonial; además, detectaron que sus bajos valores de suelo les permitirían obtener rentas potenciales.
Para 1991 el Departamento del Distrito Federal publicó el ‘Plan Alameda’, el cual, tenía como propósito: “situar a esta zona del Centro Histórico como un espacio de alto potencial económico para la (re)producción de capital para los agentes públicos y privados, con la intención de posicionar a la ciudad en la economía global” (Hernández, 2015:255)[4]. El proyecto pretendía conectar el Centro Histórico con el Paseo de la Reforma, eje financiero que conduce a Santa Fe, polo de la economía global del país (Hernández, 2015; Ramírez, 2021)[5]. Aunque no se llevó a cabo, posteriormente se plantearon otros proyectos que han modificado a la avenida Juárez, la Alameda Central, el Barrio Chino y calles aledañas del barrio de San Juan (estas manzanas forman parte del denominado Perímetro B del Centro Histórico). El resultado ha derivado en un proceso de transformación social, demográfica, cultural y comercial evidenciado en la expulsión de población, actividades tradicionales, comercios y prácticas sociales; así como, el desplazamiento directo, indirecto o simbólico de los usuarios del espacio público (Hernández, 2015; Téllez, 2016).
Recorrido 22 de octubre del 2022
El recorrido de observación tuvo como objetivo identificar las transformaciones socio-espaciales en las manzanas ubicadas al sur de la Alameda Central, en el barrio de San Juan Moyotlan. Con el recorrido se pretendió reconocer los usos y las prácticas espaciales, los diferentes actores, las interacciones sociales y las diversas formas de apropiación del espacio público. Durante la caminata se hizo una captura de fotografías y videos, y además se registró el recorrido por medio de una aplicación. Posterior al recorrido, se realizó una comparación de imágenes entre las fotografías capturadas e imágenes de años anteriores (disponibles en Google Maps), con el propósito de reconocer las modificaciones en el entorno ocurridas en la última década. Asimismo se realizó una revisión bibliográfica para comprender el contexto histórico, político, social y cultural de la zona recorrida (Mapa 1).
Mapa 1. Recorrido por el Centro Histórico.
Mirada urbana del recorrido
Al caminar por el Centro Histórico de la Ciudad de México es posible observar una gama de colores y texturas que reflejan diversas expresiones socio-culturales derivadas de su herencia histórica. Su riqueza arquitectónica y patrimonial refleja un pasado que albergó el poder político, económico y social de nuestro país durante mucho tiempo.
En la actualidad, la diversidad de actores que confluyen en el Centro Histórico es heterogénea. Comerciantes, clases medias, trabajadoras y turistas son parte del escenario que da sentido al lugar. Cada uno apropiándose del espacio público, ya sea, a través del comercio formal e informal, del ocio o la recreación, o de manera física y simbólica. Sus calles, plazas y espacios públicos se encuentran llenos de personas que caminan, van, vienen, compran, recrean y se apropian del lugar. Viven y habitan el espacio.
Avenida Balderas
La Avenida Balderas fue nuestro primer punto del recorrido. Avenida llena de desigualdades; edificios deteriorados y abandonados contrastan con la presencia de nuevos comercios minoristas que tienen su origen en una empresa transnacional. Las vialidades recién rehabilitadas se mezclan con una economía informal que usa el espacio público como base para desarrollar sus actividades. En la Ciudadela (espacio público vitalizado por grupos de baile en los que la población encuentra sus espacios de representación) se ve transcurrir sin mucho interés a turistas curiosos que visitan el mercado de artesanías.
Al seguir nuestro camino, en el contexto de la ciudad neoliberal, la reconfiguración o la llamada “revitalización” del Centro Histórico[6] (Olivera y Delgadillo, 2014; Téllez, 2016) es visible en las calles que colindan con el mercado de San Juan. La calle Ernesto Pugibet expresa una imagen renovada en sus edificios de gran valor histórico y arquitectónico. Dicha transformación y renovación urbana contrasta con prácticas sociales y comerciales de larga historia. Los nuevos edificios habitacionales son reflejo de la intencionalidad y la apuesta del gobierno de la ciudad por mercantilizar y aprovechar turísticamente el Centro Histórico.
La llegada al barrio de nuevos habitantes con mayores recursos económicos y con formas de vida diferentes a los habitantes originarios ha creado la necesidad de nuevos giros comerciales y de consumo -como cafeterías gourmet y restaurantes- que poco a poco van desplazando física y simbólicamente las prácticas tradicionales. Fenómenos que tiene su origen en la gentrificación y que desde una perspectiva crítica profundizan en la pérdida de identidad, el desarraigo y la expulsión de los habitantes originarios debido al aumento de los alquileres y las “nuevas” formas que dan sentido al lugar (Hernández, 2015:257).
La Calle Pugibet es el ejemplo de cambios profundos que vive el Centro Histórico. Los comercios tradicionales como abarrotes, fondas de comida, ferreterías, etc. parecieran diluirse frente a la mercantilización y terciarización de la ciudad. Proceso que sólo puede entenderse en el contexto de una política neoliberal de largo aliento; política que apuesta por dejar atrás la ciudad tradicional para convertirla en una ciudad global, referente en dos sectores importantes: el turístico y el de servicios.
Barrio de San Juan
El Barrio de San Juan Moyotlan es considerado uno de los cuatro barrios originarios de la Ciudad de México ya que, al igual que los barrios de Santa María Cuepopan, San Sebastián Atzacoalco y San Pablo Zoquipan, fue trazado en la época prehispánica y retomado en la época colonial (Hernández, 2020)[7]. El barrio de San Juan se identificó por su carácter comercial y por la diversidad de productos ofrecidos, por lo que su mercado adquirió importancia. Los mercados han sido importantes “puntos de encuentro económico, social, cultural, político y simbólico”; sin embargo, han atravesado por momentos de deterioro y crisis seguidos de una imperiosa “necesidad histórica de reformarlos, reordenarlos y modernizarlos” (Téllez, 2016:16). Como parte de la revitalización del Centro Histórico, se han remodelado los mercados públicos, entre ellos, los mercados de San Juan.
Mercado de San Juan Pugibet
El mercado de San Juan Pugibet a mediados de la década de 2010 se encontraba en “un grado de deterioro mayúsculo” y en decadencia por “la ausencia de su antigua clientela de prestigio, la disminución de su número de trabajadores y la amenaza constante de robo a locatarios y consumidores” (Téllez, 2016:19). No obstante, en años recientes este mercado ha sido intervenido debido a su potencial de atracción de turistas nacionales e internacionales, asociado a la calidad y variedad de sus mercancías. Su renovación ha ocasionado una tensión entre vecinos, turistas y locatarios, pues se han profundizado las desigualdades preexistentes en las formas de habitar el espacio. También se han remarcado las diferencias en las prácticas de consumo en el barrio, puesto que este mercado está destinado a clientes de ‘élite’, nuevos residentes de clase media y turistas. Se habla de una gentrificación comercial que dificulta el acceso al comercio y la experiencia culinaria a los locales. Los viejos residentes han sido desplazados de manera indirecta y simbólica (Hernández, 2015) del mercado y en búsqueda de un nuevo espacio de socialización se dirigen al mercado San Juan Arcos de Belén, donde pueden encontrar productos de uso cotidiano, acorde a sus alcances económicos.
Actualmente el mercado es reconocido no sólo a nivel nacional, sino internacional por su oferta gourmet y exótica. Convertido en un commodity para la actividad turística, sobre sus pasillos es posible observar un escenario multicolor de frutas, verduras y carnes que se mezcla con mensajes o letreros de aplicaciones de comida transnacionales que introducen al mercado en un nuevo escenario de la economía global.
Plaza de San Juan
A comienzos de la década de 2010 se definieron las pautas para la remodelación de esta Plaza, de acuerdo con León Téllez (2013:134-135), tanto las autoridades como cierto grupo de vecinos (principalmente nuevos residentes), definieron “la erradicación de prácticas y actores que lo habían dominado los últimos años”, excluyendo del proceso de participación ciudadana a sectores como “la población callejera, los jóvenes del frontón, los franeleros y un sector de comerciantes y vecinos”.
A la par, un grupo de vecinos opositores del proyecto (fundamentalmente antiguos vecinos) buscó conservar a la plaza como lugar organizador de la vida cotidiana, impedir modificaciones en el entorno físico y evitar perder control en “la definición de las reglas que ordenan sus entornos por las prácticas de actores poderosos” (Téllez, 2013:146). Aún con la oposición, a fines de 2010 la Plaza de San Juan mostró una imagen remodelada: se peatonalizaron las calles que enmarcan la plaza, se instalaron bustos de locutores mexicanos, juegos infantiles, bancas y un gimnasio al aire libre. Estas modificaciones físicas conllevaron, directa e indirectamente, al desplazamiento de ciertos actores y prácticas realizadas en ella.
A una década de distancia, durante nuestro recorrido por la plaza nos fue posible identificar una imagen e infraestructura renovada. La presencia de jóvenes, niñas, niños y adultos mayores nos hace ver que el uso del espacio, cuando tiene un sentido de lo público, genera y crea comunidad y espacios de encuentro y de recreación, necesaria para una urbe carente de dichos aspectos. Como lo expresa Ramírez, la importancia de las plazas y de los lugares públicos radica en que son “referentes en la historia urbana de la capital y en la construcción de formas colectivas de encuentro, de actividad, de expresión, de comunicación y de convivencia” (Ramírez, 2022:64).
Calle Ayuntamiento
En la actualidad esta calle presenta una interacción entre la infraestructura de transporte público, el comercio y la incorporación de vegetación descuidada. El arroyo vehicular de 4 carriles está enfocado en un 50% al sistema de transporte público de la línea 4 del Metrobús. Esta vocación de la calle no solo redujo la superficie disponible para la circulación automóvil, sino que durante la visita se pudo constatar que la cantidad de vehículos es reducida a diferencia por ejemplo de lo acontecido sobre la calle Victoria, en la que los autos prácticamente permanecen inmóviles.
La presencia de árboles y especies arbustivas es un componente claro de la imagen urbana presente en esta calle, ya que la percepción del espacio caminable se siente acompañada por la líneas de arbustos que actúa como frontera entre lo peatonal y lo vehicular, así como la aparición de sombras de los árboles y que a su vez también condiciona la actividad sobre la banqueta, ya que debido a su presencia complica e imposibilita la apropiación por parte del comercio ambulante.
Calle Victoria
A diferencia de la calle Ayuntamiento, durante el recorrido sobre la Calle Victoria se observó una saturación vehicular en donde emergen de forma heterogénea edificaciones neoclásicas, por ejemplo el ahora Museo de la Policía, otras Art Decó, como el edificio de Teléfonos de México (Telmex) y el resto de apariencia funcionalista de los años 50s. En cuanto a su uso, se presenta abandono viviendas, bodegas en los niveles posteriores a la planta baja y muy pocas conservan el uso habitacional[8].
El comercio sobre esta calle cuenta con una sobresaturación, a tal grado que muchas de las fachadas están llenas de espectaculares. El bombardeo de las imágenes comerciales hacen perder la noción del lugar como identidad y parece que se propicia más a un no lugar (Augé, 2008).
Avenida Juárez
La avenida Juárez se ha transformado notoriamente en las últimas dos décadas. En 2006 se inauguró un conjunto de oficinas públicas de la Secretaría de Relaciones Exteriores y el Tribunal Superior de Justicia del Distrito Federal, obras del arquitecto Ricardo Legorreta. También se construyeron dos hoteles de gran turismo (Hilton y Fiesta Inn), el centro comercial ‘Parque Alameda’ y el conjunto de viviendas ‘Puerta Alameda’. En 2010 abrió sus puertas el Museo Memoria y Tolerancia. Estas modificaciones han apuntalado a la zona como un espacio de transición entre el Centro Histórico y el Paseo de la Reforma (Hernández, 2015).
Por fortuna, al paso de nuestro recorrido pudimos observar una avenida llena de color y festividad. El uso de lo público como lugar de encuentro no pudo ser más notoria. Un mar de gente inundaba la avenida en espera de distintos y diversos desfiles programados el mismo día. Alebrijes, zombies, y catrinas provenientes de distintos puntos de la ciudad se cruzaban e interactuaban entre sí. Familias enteras, jóvenes y muchos despistados hacían uso de la avenida de manera peatonal, olvidando por momentos que su uso principal es el automóvil.
Alameda Central
La Alameda Central fue trazada a fines del siglo XVI como un espacio destinado al paseo, el ocio y el encuentro de la población de la ciudad. Con la entrada del siglo XX comenzaron las transformaciones físicas y sociales de la Alameda Central. En 2012 el Gobierno del Distrito Federal anunció el ‘rescate integral’ de la Alameda Central, este proyecto por un lado, incluía obras de limpieza, iluminación, sustitución de piso y remodelación de fuentes y estatuas; por otro lado, se planteó el retiro de los puestos ambulantes y el aumento en la seguridad (Hernández, 2015:269). La Alameda fue declarada ‘Jardín Histórico’ para argumentar la prohibición del comercio informal. En suma, se inició un proceso para convertirla en un espacio aséptico y digno y, por consiguiente, recuperar su “valor económico y funcional para los inversores y para las nuevas clases medias que redescubren el Centro Histórico” (Hernández, 2015:268).
Probablemente el lugar en el que es más evidente este proceso de reconfiguración es la esquina donde se encontraba el famoso “Café Trevi”. Lugar que se resiste al arribo de nuevos giros comerciales relacionados con una oferta culinaria multicolor y la renovación de los edificios cercanos. En este espacio particular confluyen diversos actores que se apropian del espacio a través de distintas prácticas. Turistas, grupos que intercambian estampas, grupos de zumba, jóvenes en patineta y vendedores ambulantes se mezclan en un espacio que se reconfigura, cambia y evoluciona al paso del tiempo.
Conclusiones
El Centro Histórico de la Ciudad de México refleja los efectos de la consolidación de una política económica neoliberal en México, iniciada a finales del siglo XX. Particularmente en el Barrio de San Juan Moyotlan, al sur de la Alameda Central, en décadas recientes se han dado ciclos de abandono y desinversión que han conllevado al deterioro de la zona; seguidos de otros ciclos de revalorización y reinversión con el propósito de obtener considerables ganancias. A consecuencia de estos ciclos se ha modificado, por un lado, el entorno físico de las calles del Barrio y, por otro lado, los ciclos han afectado las formas en que se relaciona la sociedad con el espacio.
En general, el recorrido por el Centro Histórico nos permitió entender la ciudad neoliberal a través de la mirada urbana. Esta experiencia incentiva a discutir la importancia del espacio público como un lugar no sólo de encuentro y convivencia colectiva, sino también, de disputa y de resistencia ciudadana. Bien valdría reflexionar sobre la necesidad de este tipo de ejercicios académicos con miras a contribuir de manera crítica, y desde distintas disciplinas, nuevas formas de entender, leer y comprender el espacio público.
Referencias
Augé, M. (2008), Los no lugares, Editorial Gedisa, México.
Borja, J. (2020) “Ciudadanía y derechos en una nueva era” en Sobre el derecho a la ciudad. Textos esenciales, Universidad Nacional Autónoma de México, 81-117.
Carrión, M. (2008) “Violencia urbana: un asunto de ciudad” en EURE, vol. XXXIV, núm. 103, diciembre, 2008, pp. 111-130. Pontificia Universidad Católica de Chile. Santiago, Chile.
Hernández, A. (2015) “Gentrificación y desplazamiento: la zona de La Alameda, Ciudad de México” en V. Delgadillo, I. Díaz y L. Salinas (coords.) Perspectivas de la gentrificación en México y América Latina, Instituto de Geografía-UNAM, México, 255-275.
Hernández, C. (2020) “El aporte de los barrios: mestizaje urbano en el Centro Histórico” en Km Cero [En línea] año 12, núm. 140, Fideicomiso Centro Histórico de la Ciudad de México, disponible en: https://centrohistorico.cdmx.gob.mx/storage/app/media/Km%20cero/KmCero1 40_Septiembre2020.pdf [Accesado el 20 noviembre del 2022].
Hidalgo, R. y M. Janoschka (2014) “La ciudad neoliberal: estímulos de reflexión crítica” en La ciudad neoliberal, gentrificación y exclusión en Santiago de Chile, Buenos Aires, Ciudad de México y Madrid, Instituto de Geografía de la Pontificia Universidad Católica de Chile, Santiago de Chile, 7-32.
Massey. D. (2005) “La filosofía y la política de la espacialidad: algunas consideraciones” en Pensar este tiempo. Espacios, afectos y pertenencias, Buenos Aires: Paidos, 101-127.
Mejía, J. (2 al 5 de febrero de 2010). El Fin del Galeón de Acapulco: un análisis desde el neoclasicismo. Conferencia en el Segundo Congreso Latinoamericano de Historia Económica. Simposio: Mercados y mercaderes en los circuitos mercantiles hispanoamericanos, 1780-1860.
Ramírez, P. (2021) “La ciudad neoliberal en Santa Fe. El sentido privado del espacio público” en Espacios públicos y ciudadanías en conflicto en la Ciudad de México, Instituto de Investigaciones Sociales-UNAM y Juan Pablos, México, 391-426.
Ramírez, P. (2022) “Ciudad de México. Espacio público y neoliberalismo urbano en tiempos de pandemia” en F. Carrión, M. Corti, P. Ramírez y P. Abramo (eds.) El futuro de las ciudades, FLACSO Ecuador, Quito, 61-87.
Sassen, S. (2022) “Las ausencias en nuestros análisis” en F. Carrión, M. Corti, P. Ramírez y P. Abramo (eds.) El futuro de las ciudades, FLACSO Ecuador, Quito, 29-44.
Téllez, L. (2013) Vivir en el cambio. Vida vecinal, prácticas espaciales y espacio público en el Plaza de San Juan y su entorno, Centro Histórico de la Ciudad de México [tesis de maestría en antropología social], Centro de Investigaciones y Estudios Superiores en Antropología Social.
Téllez, L. (2016) “Los mercados de San Juan: bienes colectivos en transformación” en Alteridades, 26(51), 15-27.