Mercado de suelo, la dinámica inmobiliaria y la producción capitalista de la desigualdad socio-espacial urbana, por Pedro Abramo.
febrero 3, 2022La ciudad pos-pandemia, de lo doméstico a lo público
febrero 3, 2022Con la pandemia originada por el SARS-CoV-2, a escala global, se instituyeron normas sanitarias siendo las más comunes: el confinamiento en la vivienda, el distanciamiento social y protocolos de sanitización. Sin embargo, estas normas de sanidad se han vivido de manera distinta, cuando se observa las formas de vida y habitar, a una escala local y de la vida cotidiana. Por tanto, una pregunta sería ¿qué cambios se observaron en las dinámicas urbanas de la periferia urbana, durante la pandemia? Para ello, se describen algunos aspectos sobre las formas de habitar, observadas en algunos lugares de la ciudad, donde la dinámica social en las calles no desapareció por completo sólo se transformó. Este es el caso de las colonias de la alcaldía Gustavo A. Madero en la Ciudad de México y colonias del municipio de Netzahualcóyotl (también conocida como Neza norte) que pertenecen al Estado de México.
Desde una mirada comparativa, entre diferentes colonias que forman parte de la periferia urbana nororiente de la ciudad, se propone que los cambios y transformaciones son resultado de la apropiación, resistencia y tensión entre las diferentes fuerzas que experimentan cotidianamente sus habitantes. Estas fuerzas se expresan en las prácticas, los conflictos, en las necesidades, los anhelos, decisiones y significaciones, pero para su comprensión implica considerar –además de la ubicación geográfica- las diferencias, los bordes, fronteras y fuerzas centrípetas y simbólicas que se generan.
Antes de la pandemia, la vida en estas localidades, como en muchas otras, trascurría entre la movilidad urbana de miles de personas que todos los días se trasladaban para acudir a la escuela o el trabajo. Podíamos ver los trasportes y las vialidades principales congestionadas, por la mañana, con dirección a alcaldías centrales de la ciudad y por las noches de regreso a la periferia. También, se podía observar que de otras localidades como Ecatepec y Tecamac (también municipios del Estado de México) se trasladaban por estudios o el trabajo en algunas colonias de esta periferia. La vida cotidiana también sucedía entre las entradas y salidas de las escuelas públicas y privadas, los mercados, negocios y lugares de esparcimiento y socialización como los centros comerciales, cafeterías y bares. Pero esta dinámica se modificó con la pandemia y las normas sanitarias, no por la falta de presencia de personas, sino por los cambios en los giros comerciales, en los habitantes que consumen y trabajan en estos lugares. Las diferencias en las prácticas y formas de representar la pandemia, desde estos lugares, se expresa por las tensiones y diferenciación entre centralidad y periferia urbana, ambas como expresión de fuerzas que se mueven a nivel local y metropolitano.
Desde una mirada comparativa, entre diferentes colonias que forman parte de la periferia urbana nororiente de la ciudad, se propone que los cambios y transformaciones son resultado de la apropiación, resistencia y tensión entre las diferentes fuerzas que experimentan cotidianamente sus habitantes. Estas fuerzas se expresan en las prácticas, los conflictos, en las necesidades, los anhelos, decisiones y significaciones, pero para su comprensión implica considerar –además de la ubicación geográfica- las diferencias, los bordes, fronteras y fuerzas centrípetas y simbólicas que se generan.
Antes de la pandemia, la vida en estas localidades, como en muchas otras, trascurría entre la movilidad urbana de miles de personas que todos los días se trasladaban para acudir a la escuela o el trabajo. Podíamos ver los trasportes y las vialidades principales congestionadas, por la mañana, con dirección a alcaldías centrales de la ciudad y por las noches de regreso a la periferia. También, se podía observar que de otras localidades como Ecatepec y Tecamac (también municipios del Estado de México) se trasladaban por estudios o el trabajo en algunas colonias de esta periferia. La vida cotidiana también sucedía entre las entradas y salidas de las escuelas públicas y privadas, los mercados, negocios y lugares de esparcimiento y socialización como los centros comerciales, cafeterías y bares. Pero esta dinámica se modificó con la pandemia y las normas sanitarias, no por la falta de presencia de personas, sino por los cambios en los giros comerciales, en los habitantes que consumen y trabajan en estos lugares. Las diferencias en las prácticas y formas de representar la pandemia, desde estos lugares, se expresa por las tensiones y diferenciación entre centralidad y periferia urbana, ambas como expresión de fuerzas que se mueven a nivel local y metropolitano.
Desde los inicios de la pandemia, la alcaldía Gustavo A. Madero y el municipio de Netzahualcóyotl reportaron mayores contagios, junto con la alcaldía de Iztapalapa y Ecatepec. Estos datos, expresaban –entre otras cosas- el poco confinamiento y poca distancia social que los habitantes practicaban, pero también, representó una diferenciación social de las prácticas básicas y relacionadas con el abasto: el trabajo remunerado y el consumo.
En los hallazgos, se observó que, a pesar del aumento en el consumo a domicilio que se mencionaba reiteradamente, el consumo del abasto se realizó personalmente acudiendo a los tianguis, mercados o supermercados más cercanos. En cuanto al trabajo remunerado, se observó que el comercio fue una práctica reiterada para buscar un ingreso económico. Además de la creciente oferta virtual o por aplicación, se experimentó un aumento en la improvisación de comercios o cambios de giro, así como de trabajadores ambulantes. Con la pandemia, un taller de costura cerró y en el mismo lugar abrió una cremería; algunos locales de papelerías frente a centros educativos cerraron; una escuela redujo su edificación a la mitad para construir locales comerciales; mientras que algunos bares y gimnasios daban servicio a puerta cerrada; por otro lado, en las cocinas económicas empezaron a acudir más residentes de la colonia; y, cada vez, fue más común ver las puertas de las casas que abrían para ofertar algún producto de primera necesidad o de temporada. Después de estos cambios, en esta periferia urbana, se observó que el cierre de espacios centrales, como lo puede ser las escuelas, el lugar de trabajo o de negocio, no eliminó a las personas de las calles, sino más bien modificó las prácticas.
En la ciudad, podemos observar diferentes centros urbanos, uno de los más representativos y del que se continúa percibiendo su fuerza, incluso en el confinamiento, es el del Centro Histórico de la Ciudad de México, el cual, desde que inició la pandemia, fue cerrado, amurallado y gradualmente restringido y luego re-abierto. Esto, junto con la suspensión o pérdida de muchos empleos (la mayoría informales) ocasionó que las personas buscaran otras ocupaciones y lugares de trabajo. Fue así como desconcertadamente en algunas calles de colonias periféricas se pudo escuchar –por primera vez- el sonido de los organilleros, aunque este sonido tampoco se escucho en todas las colonias y calles periféricas.
En la periferia, también se observan calles y colonias que, como centralidades, atraen a comerciantes o trabajadores ambulantes que ofrecen sus productos o servicios, como los vendedores de colchas, elotes, tamales, jardineros y recolectores de basura. El servicio de jardinería no se observa homogéneamente en todas las colonias, pues cuidar de las áreas verdes, no sólo es un trabajo que recae en la mayoría de los habitantes que tienen el privilegio de tener un área verde, también implica considerarlo en el gasto familiar y no siempre puede ser considerado un gasto prioritario.
Otras fuerzas de centralidad, atraen a habitantes locales y se caracterizan por ser zonas comerciales barriales, donde, además de ubicar escuelas, centros de salud o mercado local o supermercado, por fuera, se pueden observar calles con una diversidad de locales comerciales y puestos ambulantes que comparten vialidades principales junto con los peatones, automóviles, el transporte público y local (bicitaxis).
Estas aproximaciones a las formas de habitar, desde la periferia, nos llevan a replantearnos problemáticas viejas e históricas que, hasta cierto punto, parecería que se habían naturalizado y preguntarnos sobre ¿Cuáles son las principales problemáticas que resurgen y se expresan a través de estas prácticas y dinámicas de consumo y trabajo?
En los hallazgos, se observó que, a pesar del aumento en el consumo a domicilio que se mencionaba reiteradamente, el consumo del abasto se realizó personalmente acudiendo a los tianguis, mercados o supermercados más cercanos. En cuanto al trabajo remunerado, se observó que el comercio fue una práctica reiterada para buscar un ingreso económico. Además de la creciente oferta virtual o por aplicación, se experimentó un aumento en la improvisación de comercios o cambios de giro, así como de trabajadores ambulantes. Con la pandemia, un taller de costura cerró y en el mismo lugar abrió una cremería; algunos locales de papelerías frente a centros educativos cerraron; una escuela redujo su edificación a la mitad para construir locales comerciales; mientras que algunos bares y gimnasios daban servicio a puerta cerrada; por otro lado, en las cocinas económicas empezaron a acudir más residentes de la colonia; y, cada vez, fue más común ver las puertas de las casas que abrían para ofertar algún producto de primera necesidad o de temporada. Después de estos cambios, en esta periferia urbana, se observó que el cierre de espacios centrales, como lo puede ser las escuelas, el lugar de trabajo o de negocio, no eliminó a las personas de las calles, sino más bien modificó las prácticas.
En la ciudad, podemos observar diferentes centros urbanos, uno de los más representativos y del que se continúa percibiendo su fuerza, incluso en el confinamiento, es el del Centro Histórico de la Ciudad de México, el cual, desde que inició la pandemia, fue cerrado, amurallado y gradualmente restringido y luego re-abierto. Esto, junto con la suspensión o pérdida de muchos empleos (la mayoría informales) ocasionó que las personas buscaran otras ocupaciones y lugares de trabajo. Fue así como desconcertadamente en algunas calles de colonias periféricas se pudo escuchar –por primera vez- el sonido de los organilleros, aunque este sonido tampoco se escucho en todas las colonias y calles periféricas.
En la periferia, también se observan calles y colonias que, como centralidades, atraen a comerciantes o trabajadores ambulantes que ofrecen sus productos o servicios, como los vendedores de colchas, elotes, tamales, jardineros y recolectores de basura. El servicio de jardinería no se observa homogéneamente en todas las colonias, pues cuidar de las áreas verdes, no sólo es un trabajo que recae en la mayoría de los habitantes que tienen el privilegio de tener un área verde, también implica considerarlo en el gasto familiar y no siempre puede ser considerado un gasto prioritario.
Otras fuerzas de centralidad, atraen a habitantes locales y se caracterizan por ser zonas comerciales barriales, donde, además de ubicar escuelas, centros de salud o mercado local o supermercado, por fuera, se pueden observar calles con una diversidad de locales comerciales y puestos ambulantes que comparten vialidades principales junto con los peatones, automóviles, el transporte público y local (bicitaxis).
Estas aproximaciones a las formas de habitar, desde la periferia, nos llevan a replantearnos problemáticas viejas e históricas que, hasta cierto punto, parecería que se habían naturalizado y preguntarnos sobre ¿Cuáles son las principales problemáticas que resurgen y se expresan a través de estas prácticas y dinámicas de consumo y trabajo?
[1] Investigadora posdoctoral IIS, UNAM-CONACYT.