Sobre-vivir la pandemia: entre el trabajo y el consumo
febrero 3, 2022Espacio público, inseguridad y violencia en Ciudad Juárez (2007-2012).
febrero 9, 2022A casi dos años de pandemia y sus secuelas en la Ciudad de México y en distintas ciudades del país, experimentamos la alteración de la vida urbana a través del uso del tiempo y del espacio, alterando las rutinas cotidianas con impacto profundo y no previsto en las relaciones sociales y afectivas como en el acceso sistema de recursos urbanos. En la capital del país el primer caso de Covid19 se registró el 27 de febrero del 2020 trazando el inicio de una crisis sanitaria con efectos diferenciados en el espacio social, avanzando con mayores índices de contagios y decesos en las alcaldías no centrales. En la geografía de la pandemia se visibilizó la geografía de la desigualdad, la fragmentación del espacio público y el déficit en el sistema público de salud que sufrió en décadas previas un deterioro progresivo producto del desplazamiento de prioridades de las políticas y programas hacia la privatización y mercantilización de servicios y medicamentos. En el contexto del inicio de nuevo gobierno de la capital y del país a finales del año 2018, los múltiples efectos físicos, sociales y subjetivos se traslapan con una crisis urbana previa, evidente en las distintas dimensiones de la vida urbana en la ciudad en la escala local y metropolitana.
Tres cuestiones cruzan esta reflexión que tiene la intención de destacar algunos desafíos de la investigación social y urbana, así como para repensar las interrogantes con las que discutimos y nos acercamos a la comprensión de las nuevas realidades urbanas en el debate sobre la ciudad en el 2022. La primera es que la crisis sanitaria acelera la transformación de la interdependencia entre el espacio público, el espacio doméstico y el espacio privado, alterando el significado de estas categorías que definen el orden social urbano. Cambia la experiencia urbana singular y social: de la casa, a la calle, al trabajo y de regreso al interior del lugar personal, íntimo, familiar donde penetran y se reproducen de manera virtual y material actividades públicas de trabajo, educación, compra, consumo, deporte y recreación. El tiempo de la casa se transforma en el tiempo laboral, de educación, del aula virtual, de servicios múltiples y compra-venta, de preparación de alimentos, de cuidado del cuerpo, de la familia y de la salud, con tareas yuxtapuestas en las horas del día, de la mañana a la noche. La segunda cuestión es que aparecen nuevos miedos ante la inestabilidad económica y la incertidumbre laboral, salarial, de empleo e ingreso, de vivienda, de salud y de seguridad social. El temor al sufrimiento y a la perdida de la vida propia, de familiares, de amigos y de aquellos que forman parte del mundo afectivo social y simbólico, próximo y lejano, se entrelaza con el temor pre-existente a la ciudad vivida, imaginada y percibida como espacio de inseguridad, de violencia social y de género. Esta situación traza nuevas fronteras físicas, sociales y simbólicas que separan y fragmentan el espacio social. La tercera tiene que ver con las formas de comunicación que definen una vertiente del espacio público, expresada en palabras y actos que al difundirse en la sociedad, unen y/o separan a personas y grupos diferentes (Arendt, 1993). En circunstancias de pandemia, lo que se habla, se escucha, se escribe y se difunde es el cúmulo de mensajes e información discrepantes y contradictorios que influyen en la opinión pública y generan sentimientos de indefensión ante lo inesperado. La incertidumbre generada por cifras diarias de contagios y muertes que circularon en los diversos medios de comunicación impresos, televisivos y en las redes que actúan en el ciber-espacio, cruza las vivencias singulares y sociales con impacto en la opinión pública-política, en la condición física, mental, afectiva y emocional de las personas y grupos sociales. El impacto se incrementó con la puesta en duda de la veracidad de las cifras oficiales asociada a las críticas y denuncias a la política institucional desde el confinamiento, las medidas de higiene y cuidado hasta los programas de apoyo y sus alcances ante una crisis sin precedentes de escala nacional, regional y mundial. La cultura del rumor se instala en la opinión pública, en el imaginario colectivo, influye en la percepción ciudadana y nutre la desconfianza hacia las instituciones.
Las cuestiones que la pandemia revela y enfatiza, aluden a una crisis múltiple del espacio de lo público definida por problemas comunes de interés general no resueltos desde el empleo, el ingreso y las condiciones de habitabilidad, hasta los conflictos sociales y ambientales, la violencia de género, entre otros asociados a los derechos urbanos y humanos, que revelan desigualdades estructurales profundas. En una sociedad urbana heterogénea, las medidas disciplinarias para resistir a la pandemia visibilizaron para la mayoría de las personas las carencias de vivienda adecuada para permanecer en ella, problemas de movilidad y transporte, de convivencia doméstica. Para amplios grupos sociales fue ineludible la necesidad de generar ingresos básicos o complementarios a través del trabajo no asalariado en el espacio público. El cierre temporal de lugares de comercio y servicios, centros de trabajo, escuelas y universidades, museos, mercados públicos, centros comerciales, parques y plazas públicas, bares, restaurantes, cafeterías, de una parte, contribuyó a disminuir la circulación de automóviles y el uso de transporte público dando paso a la movilidad peatonal y ciclista. También generó desempleo e intensificó la compra-venta en línea, la comodidad del reparto de productos a domicilio para diversos sectores, que si bien dinamizó las economías locales y globales, amplió los empleos precarios desde los empacadores hasta los repartidores que trabajan sin derechos para pequeños negocios y para grandes corporaciones mundiales. De otra parte, aparece la ciudad silenciosa, acompañada de los pasos de peatones, del sonido de músicos vagabundos, de pregoneros y vendedores ambulantes, donde solo bullicio del comercio popular y callejero en lugares centrales y periféricos desplegó un escenario de necesidades ineludibles. La ciudad “cerrada” visibilizó el carácter de clase en el uso y apropiación del espacio público y del espacio privado, la importancia del espacio doméstico.
En tiempos de pandemia y de las consecuencias de las políticas y acciones privatizadoras surge la interrogante de ¿qué queda de lo común? Pareciera que lo común inmediato para miembros diferentes de la sociedad urbana es la necesidad de salir de casa, de la vivienda y entrar a la ciudad abierta, deseada desde el interior y percibida como espacio de libertad. Esta necesidad con la apertura ha desbordado y masificado el uso de los lugares públicos de compra, de consumo, de recreación, de oferta cultural, deportiva, de movilidad. En una ciudad como la nuestra, donde predomina la concentración de riqueza y poder en una minoría y las condiciones de pobreza en la mayoría de las personas, otro tema común pareciera ser poner atención en los conflictos urbanos y convergen en el reclamo por el derecho a la ciudad. Estos nos plantean la necesidad de pensar las formas de habitar, construir y planear la ciudad desde público, lo doméstico y lo privado. Las batallas en favor de mejorar las condiciones de la vida social, ambiental y urbana continúan en la ruta del urbanismo ciudadano y colaborativo.
En tiempos de pandemia y de las consecuencias de las políticas y acciones privatizadoras surge la interrogante de ¿qué queda de lo común? Pareciera que lo común inmediato para miembros diferentes de la sociedad urbana es la necesidad de salir de casa, de la vivienda y entrar a la ciudad abierta, deseada desde el interior y percibida como espacio de libertad. Esta necesidad con la apertura ha desbordado y masificado el uso de los lugares públicos de compra, de consumo, de recreación, de oferta cultural, deportiva, de movilidad. En una ciudad como la nuestra, donde predomina la concentración de riqueza y poder en una minoría y las condiciones de pobreza en la mayoría de las personas, otro tema común pareciera ser poner atención en los conflictos urbanos y convergen en el reclamo por el derecho a la ciudad. Estos nos plantean la necesidad de pensar las formas de habitar, construir y planear la ciudad desde público, lo doméstico y lo privado. Las batallas en favor de mejorar las condiciones de la vida social, ambiental y urbana continúan en la ruta del urbanismo ciudadano y colaborativo.
[1] Investigadora Titular del Instituto de Investigaciones Sociales, Universidad Nacional Autónoma de México.