8M-Día Internacional de la Mujer. Una versión a la distancia y desde las periferias del centro de la CDMX
marzo 24, 2020Cuidados, género y ciudad en la gestión de la vida cotidiana
abril 8, 2020El domingo 8 de marzo, día de la Mujer, salí de mi casa junto con 11 amigas rumbo al metro Revolución, para marchar en contra de la violencia y a favor de la vida de las mujeres. Cerca de las 13:00, partimos del metro General Anaya junto con otras manifestantes. Cuando las 10 y yo llegamos al metro Chabacano, el metro se inundó de cuerpos y voces de mujeres de distintas edades. Cubiertas de verde y morado intentaban abrirse paso para abordar, mientras las puertas se cerraban y los vagones se estremecían con cantos y consignas feministas.
En medio de un “No se bajen!!!” “No se bajen!!!” coral, descendimos sobre los andenes del metro Revolución, los cuales también derramaban mujeres que intentaban avanzar hacia la salida. El metro del cual nos habíamos bajado las 10 y yo, estaba detenido. La gente que permaneció dentro de los vagones, nos observaba. Algunxs con curiosidad, otrxs con desconcierto, otrxs serixs. Una pareja llevaba dos niñxs en brazos, nos miraron amables y cansados, quizá pensaron que era mejor no bajar. El metro partió, las 10 y yo avanzamos unos cuantos pasos, cuando otro metro se detuvo repleto también de mujeres manifestantes. Todas al unísono solicitamos en voz alta: “No se bajen, no se bajen”. Al igual que nosotras, un par de mujeres manifestantes descendieron. Otra parte se quedó al interior de los vagones, los cuales permanecieron abiertos. Las mujeres seguían multiplicándose.
A pesar de que sobre el anden el aire era poco, las manifestantes seguían con sus consignas y el buen ánimo. Una voz lejana gritó que bajaran la palanca de emergencia para que no siguieran llegando vagones. El metro que había llegado, afortunadamente quedó paralizado con observadores estáticxs y cuiriosxs. Entre la emoción y el nervio volteé a ver a mis amigas y me sentí segura. Después de 15 minutos salimos todas del anden y atravesamos la puerta corrediza cual muégano. Finalmente pudimos respirar. Eran las 14:00. Al exterior del metro Revolución, lo cuerpos de mujeres portando verde y morado volvieron a multiplicarse. Mujeres esperando a otras mujeres. Por distintas calles nacían aglomeraciones de mujeres manifestantes, algunas con niñxs, bebés y algunos hombres que las acompañaban.
A pesar de que sobre el anden el aire era poco, las manifestantes seguían con sus consignas y el buen ánimo. Una voz lejana gritó que bajaran la palanca de emergencia para que no siguieran llegando vagones. El metro que había llegado, afortunadamente quedó paralizado con observadores estáticxs y cuiriosxs. Entre la emoción y el nervio volteé a ver a mis amigas y me sentí segura. Después de 15 minutos salimos todas del anden y atravesamos la puerta corrediza cual muégano. Finalmente pudimos respirar. Eran las 14:00. Al exterior del metro Revolución, lo cuerpos de mujeres portando verde y morado volvieron a multiplicarse. Mujeres esperando a otras mujeres. Por distintas calles nacían aglomeraciones de mujeres manifestantes, algunas con niñxs, bebés y algunos hombres que las acompañaban.
Las 10 y yo caminamos rumbo al Frontón México, punto de encuentro para nuestro contingente y para muchxs otrxs. A estas alturas fue imposible localizar a un grupo, además no había señal en los celulares y las manifestantes ya habían comenzado a avanzar. La plaza del Monumento a la Revolución estaba a reventar y todavía seguían llegando mujeres diversas en clase, edad y origen. Nos unimos a la marcha en busca de nuestro grupo. En medio del tumulto alcancé a ver a una amiga-activista liderando a su contingente. Nos encontramos con cariño y le pedí unirnos con ella. Inmediatamente levantó un hilo que bordeaba a un grupo de mujeres, nos pidió un contacto y nos ubicó a las 10 y a mí. Dentro del acordonado nos aseguramos nuevamente de estar todas y continuamos nuestro camino rumbo al Zócalo sobre Reforma.
Eran las 14:30. Mientras tomaba fotos, observé a mi amiga activista al mando, pendiente de lo que ocurría delante, detrás y a los lados. Iba atenta y calmada. Me sentí segura, sentí que mis amigas estarían seguras. Pensé en mi madre, quien marchaba con sus amigas y deseé que estuviera segura también. De pronto, escuché el estruendo del golpeteo de vidrios y estructuras metálicas. Desde donde yo me encontraba, a lo lejos apenas alcancé a ver cómo retumbaban los ventanales de un edificio enorme. Al ser lo único que percibía, la sensación era como si del otro lado de lo que tronaba, alguien o algo quisiera salir y eso que producía aquel estruendo, tendría que romperse para abrirse paso. A la par de estos ruidos, se escucharon dos consignas: “No violencia!!!” “No violencia!!!” contrapuesto al “No es violencia, es resistencia!!!” “No es violencia, es resistencia!!!” Alcancé a ver una pancarta que llevaba la leyenda: “Si mañana no regreso, quémalo todo” y a un lado una pancarta con un dibujo y una leyenda que leía: “Verga violadora, a la licuadora”. Seguimos avanzando junto con las miles de manifestantes mientras cantábamos consignas. Difícil describir cómo me sentía al ser parte de una acción colectiva de esta magnitud.
Más adelante volví a escuchar golpes y estruendos, más fuertes, más cercanos. Ahora pude percibir lo que ocurría: un grupo de manifestantes encapuchadas golpeaban unas vallas metálicas, mientras otras destrozaban algunas entradas de locales y las entradas de algunos edificios. Esto ocurría a un lado de nosotras. Seguimos avanzando. Delante de mí pude ver también algunas mamás cargando bebés y algunos papás con niños. Alcancé a ver a una mujer embarazada y a una chica que llevaba a su perro en brazos.
Más adelante, pude observar algunos rostros de mujeres y algunos hombres. Estos últimos, detenidos en el camino observando y escuchando. Entre consignas y estruendos, seguimos avanzando.
Más adelante, pude observar algunos rostros de mujeres y algunos hombres. Estos últimos, detenidos en el camino observando y escuchando. Entre consignas y estruendos, seguimos avanzando.
Cerca de Bellas Artes unas manifestantes tiraban a golpes la valla que rodeaba a Madero sobre su caballo. Detrás de las vallas vencidas, un grupo de mujeres policías se resguardaban con sus escudos de los golpes propinados por las manifestantes. El humo de los extintores invadía la escena. Nos cubrimos la cara con nuestros paliacates y seguimos caminando para dar la vuelta sobre 5 de Mayo. Eran las 16:00
>Sobre 5 de Mayo otro grupo de manifestantes encapuchadas sostenía una sábana del mismo patrón de las capuchas que llevaban: un morado floreado. Esta sábana servía para cubrir la puerta que otras manifestantes golpeaban y pintaban. Sobre esta imagen pasaron corriendo tres manifestantes encapuchadas de negro y del otro lado una joven en brassier y con un paliacate morado al cuello, observaba nuestro contingente pasar. Más adelante una joven tocaba una guitarra eléctrica frente a un par de mujeres, esto junto a las jóvenes que sostenían la sábana mientras las otras golpeaban la puerta. Un grupo de mujeres oficiales observaba todo lo que ocurría desde una acera, cargaban sus escudos rayados con colores.
Música, golpes, consignas, cuerpos expuestos de distintas maneras, noté algunas heridas, tanto de las encapuchadas como de las oficiales. Ambas me dolieron.
De esta manera, todas nos manifestábamos, protestando tal como el contexto del que venimos nos obligó a hacerlo, pero también conscientes y críticas de lo que nuestro contexto hizo de nosotras. Exigiendo a las autoridades y a la sociedad civil un alto urgente, inmediato a la violencia normalizada, naturalizada.
De esta manera, todas nos manifestábamos, protestando tal como el contexto del que venimos nos obligó a hacerlo, pero también conscientes y críticas de lo que nuestro contexto hizo de nosotras. Exigiendo a las autoridades y a la sociedad civil un alto urgente, inmediato a la violencia normalizada, naturalizada.
Eran las 17:00 Seguimos marchando. Percibí una grabación lejana de La Llorona. Salí de mi contingente y me adelanté para tomar fotos. Pude ver todo lo descrito anteriormente ocurriendo, repitiéndose, sacudiéndome, increpándome. Las lágrimas se me agolparon. Esta marcha ¿No es acaso una petición firme, urgente y sobre todo posible, en contra de la violencia contra las mujeres? ¿En contra de la desigualdad entre mujeres y hombres? ¿En contra de la desigualdad social? En medio de esta sensación volteé a ver a nuestro contingente, quienes marchaban entonando “Ahora que estamos juntas, ahora que si nos ven……” Sentí alegría de poder marchar junto a mis amigas y pensé: que ganas de salir con ellas a tomar la calle, no sólo para exigir que no nos maten, sino también para disfrutar del espacio público, sin miedo, sin discriminación, sin exclusión.
De día o de noche, solas o acompañadas, vestidas o semivestidas, putas o no putas. Pensar la calle como un espacio de posibilidad para otros escenarios, más incluyentes, más democráticos, con espacio para todxs. Reconocer y cambiar prácticas machistas, racistas y clasistas. Actuar a favor de acciones y políticas que pongan un alto a la violencia contra las mujeres. Promover también una mayor consciencia sobre las, los, y les otrxs. En medio de esto, envueltas de emociones, las 10 y yo, llegamos al Zócalo, del Centro Histórico de nuestra ciudad.
[1]Realizadora. Actualmente trabaja en INMUJERES.
[1]Realizadora. Actualmente trabaja en INMUJERES.