19S2017
febrero 9, 2022Constitución y participación ciudadana en la Ciudad de México
marzo 4, 2022De la vida cotidiana II: La perspectiva urbanística de la crónica de Carlos Monsiváis
Mónica Olmedo[1]
Los filósofos nos recuerdan que el espacio urbano es también acción política, ¿qué significa cuando nos dicen que todo es político?¿Se refieren a la tendencia contemporánea de disociar el espacio de lo político? Con esto, no dan cuenta de aspectos electorales, sino delos mayores diseños históricos y sociales donde la ciudad material y simbólica, como dirían estos filósofos, se convierten en instrumentos de poder. ¿Qué significa cuando afirmamos que la vida cotidiana se transforma en formaciones discursivas en el contexto urbano, independientes de las intenciones del individuo? La crónica urbana nos da algunas pistas de lo que quieren decirnos. Si experimentamos todos los días la ciudad planeada o consolidada, nos construimos a través de una ‘formación discursiva’ como sujetos de auto-escrutinio y autoformados. Sin embargo, no todo es así, dentro de la ciudad surgen prácticas que no necesariamente se relacionan con estas predeterminaciones. Muchas de las crónicas nos acercan a lo que sucede en las calles, a las trayectorias y significados en el espacio urbano, a la liberalización que “ha intensificado su asalto a las cualidades de la vida cotidiana” (Harvey, 2003:8), y necesariamente tiene que ver con lo político en la ciudad. El urbanista D. Harvey escribe: “Solo cuando se entienda que quienes construyen y mantienen la vida urbana cotidiana tienen el derecho primordial a lo que han producido, y que una de sus reivindicaciones es el derecho inalienable a adecuar la ciudad a sus deseos más íntimos”. Entonces, las crónicas de la vida cotidiana de alguna manera reivindican la incorporación de las personas en los procesos de formación de la ciudad, y nos hablan de lo que no se trata y no deben ser: procesos desvinculados de la vida de las personas de todos los días: los usos sociales, las apropiaciones constantes, el significado simbólico y las experiencias.
El cronista Carlos Monsiváis de alguna manera critica a la planeación y el poder en las urbes, escribió en Cultura Urbana: “si toda ciudad es un retrato del Poder desmesurado y fiel, la capital de México crece, con gran don de síntesis, a imagen y semejanza del autoritarismo colonial, y la cultura urbana de hoy hereda simultáneamente las leyes del desarrollo capitalista y las veleidades psicológicas de un histórico despotismo ilustrable.”
Monsiváis además de interesarse por hechos excepcionales, escribe con detalle sobre la vida en la metrópoli, describe lo urbano. Para él, es importante todo a lo que no se le ha dado valor, lo ignorado, lo que puede significar una forma de disidencia. Así, sus crónicas refieren también a la pauperización de la vida urbana, a la exclusión, al paisaje urbano lleno de personas y al hacinamiento. Le quita el glamoura la vie quotidienne, C. Monsiváis (2012) escribe en Los rituales del caos: “donde se hallan mil se acomodan diez mil” o refiriéndose a los desafíos a las reglas de la física: “¿Cómo dos objetos no pueden ocupar el mismo espacio al mismo tiempo? En el metro la estructura molecular detiene su imperio universal, las anatomías se funden como si fuesen esencias espirituales, y las combinaciones transcorporales se imponen”, o “en el metro se escenifica el sentido de la ciudad (…) energía que cada uno necesita para retenerse ante la marejada, destreza para adelgazar súbitamente y recuperar luego el peso y la forma habituales”.
Monsiváis además de interesarse por hechos excepcionales, escribe con detalle sobre la vida en la metrópoli, describe lo urbano. Para él, es importante todo a lo que no se le ha dado valor, lo ignorado, lo que puede significar una forma de disidencia. Así, sus crónicas refieren también a la pauperización de la vida urbana, a la exclusión, al paisaje urbano lleno de personas y al hacinamiento. Le quita el glamoura la vie quotidienne, C. Monsiváis (2012) escribe en Los rituales del caos: “donde se hallan mil se acomodan diez mil” o refiriéndose a los desafíos a las reglas de la física: “¿Cómo dos objetos no pueden ocupar el mismo espacio al mismo tiempo? En el metro la estructura molecular detiene su imperio universal, las anatomías se funden como si fuesen esencias espirituales, y las combinaciones transcorporales se imponen”, o “en el metro se escenifica el sentido de la ciudad (…) energía que cada uno necesita para retenerse ante la marejada, destreza para adelgazar súbitamente y recuperar luego el peso y la forma habituales”.
Las crónicas urbanas de la vida cotidiana nos dan otra perspectiva de la construcción de las ciudades y la producción social del espacio, y muestran las contradicciones en estas a través del análisis de la libertad. Monsiváis elabora tratando de buscar una salida a través de prácticas públicas en la urbe, la búsqueda de una ciudad de encuentro y a las preguntas ¿Cómo la ideología y la acción individual se dan en los lugares de la vida urbana? ¿Se inscriben en procesos de reivindicación democrática e inclusión a la vida pública? Escribe, “un punto de definición cultural es la democratización, la forja de una sociedad civil que permita otras alternativas susceptibles de madurar en razón directa de su capacidad de expresión pública. Es el momento de aparición de lo marginado, lo reprimido, lo invisibilizado” (Monsiváis, 2012).
Para el cronista, la ciudad es entonces un entramado de sitios de representación, apropiación a través de prácticas cotidianas y su reflejo político, en contraste con la pre-asignación de los usos, existen en un conjunto de adaptaciones y resistencias a estas representaciones en y de la ciudad. Es decir, no confundir con la idea de que el espacio es contenedor de una actividad que lo define, como lo plantea el diseño y la planeación de la ciudad transparente, legible y funcional. Como para el urbanista H.Lefebvre los espacios son socialmente producidos, “parecen abstractos o neutrales, pero siempre son parciales y políticos”, por lo tanto, se relaciona con diversos derechos a transformar y construir la ciudad, y a disfrutar de la vida urbana: la vida cultural, la calle, la movilidad, la interacción entre personas, etc. Por ejemplo, caminar todos los días puede tener una función retórica, como M. De Certeau, el urbanista que bien conocemos, le llama movimientos no planeados en contraste con la urbe construida para el automóvil, los lugares privados y comerciales. Y de la misma forma, añadiríamos los ‘movimientos no planeados’ de la crónica latinoamericana.
[1] Profesora-investigadora de El Colegio de Sonora-CONACYT